Decía Platón que la doxa, un camino intermedio entre la ciencia y la ignoracia, no era más que una mera opinión. Para llegar a objetividades, con el consiguiente beneficio para el alumno en correlato con la sociedad, se hace imprescindible desligarse de las opiniones y someterlas al criterio del método científico. Es probable que el propio rigor científico ratifique muchas de esas opiniones, pero el matiz como bien pueden intuir ustedes es bastante distinto. La investigación a lo largo de su larga trayectoria ha destacado por sus grandes logros; con el nacimiento de la filosofía, los presocráticos empiezan a someter a crítica al pensamiento mitológico, aquél gran dominador del pensamiento colectivo de los hombres y mujeres de aquella sociedad. Y hasta día de hoy el progreso humano de las sociedades que han depositado la confianza en la ciencia han sido considerables, con la consiguiente mejora de la calidad de vida de sus habitantes. Es probable que estén pensando que aún queda mucho por hacer, coincido con ustedes, pero depositar la confianza en los firmes caminos de la ciencia es una sana decisión.
Asimismo, me gustaría ser especialmente puntilloso con un aspecto. La relevancia que estoy otorgando a la investigación en esta reflexión, no implica que debamos jerarquizar el proceso educativo y colocar en la cumbre de esa imaginaria piramide al investigador; todo lo contrario, el investigador es otro profesional más al servicio del la principal estrella del la educación escolar: el alumno, y es para quien, cuando sea el caso, debe trabajar. Para ello, es imprescindible que éste debe verse y hacerse ver como cualquier otro personal de este sector servicios.
La investigación en la educación requiere de incursiones en el propio aula en su ordinario funcionamiento, porque es necesario recoger una información en el propio ámbito para posteriormente someterla a valoración. Pero éstas deben hacerse con el mayor respeto posible hacia la propia vida académica. La llegada de un investigador o un futuro investigador, no deja de ser una incursión en la vida ordinaria académica, que puede en muchas ocasiones levantar sorpresa o recelo. Largo ha sido y es el debate sobre los límites de la ciencia, qué o no qué puede investigarse; cómo y cómo no puede investigarse. En torno a toda actividad humana hay una ética. Hay unos límites, normalmente consesuados, que no se pueden sobrepasar, de ahí la importancia de la cultura a la que en otra ocasión la dedicaré una reflexión. Sin embargo, en educación y especialmente dentro del aula, el rigor ético se hace aún más riguroso, principalmente, porque las leyes protegen al menor con mayor y especial cautela, muy acertadamente, por ser éstos los ciudadanos que requiren de mayor protección porque por cuestiones madurativas no tienen ellos la capacidad para protegerse por sí mismos. Benditas leyes que otorgan a los menores la relevancia que ellos merecen. Es muy probable que si la ciencia pudiese obrar a su antojo, la extración de conclusiones fuese más abundante, pero qué precio debería pagar por ello, posiblemente, entre otras cosas, la pérdida del respeto que a día a día la ciencia se ha ganado dentro de la sociedad.
La investigación debe entrar en el aula, sus resultados son y serán una importante fuente de riqueza, para profesores, padres y alumnos. La seguridad que confiere el método científico a las distintas ciencias ha permitido salir del oscurantismo en las que los hombres y mujeres de otras épocas vivían. Pero parece ser que no es el mismo trato que se da a todas las ciencias, bien como producto del pensamiento Kantiano que consideraba sólo ciencia a las que cumplían los criterios, de universalidad, ampliación y necesidad, sirva como ejemplo el caso de la ciencia matemática. No obstante, hay otras ciencias que han demostrado su valía y objetividad aun atendiendo a aspectos subjetivos del ser humano. La psicología, la medicina, la pedagogía, entre otras, han conseguido en lo humano, en lo variable, dotarlo de objetividad y de compresión. Felicidades por ellas.
En conclusión. La sociedad debe confiar en la investigación educativa, como parace ser que tiene en la investigación que se acometen en otras ciencias, sirva el caso de la física o de las matemáticas. Debemos aprender que cuando hablemos del hecho educativo adquiramos como buena política el desuso de livianidades y aceptemos e incorporemos las conclusiones a las que diariamente accede la investigación educativa.
1 comentario:
Estimado compañero:
Tu artículo sobre la investigacion en el aula, me ha parecido muy enriquecedor, ya que aporta una clara visión sobre los problema actuales en educación y de su solución a través de la investigación científica. Es de esperar, que nos ilustres sobre más temas de este calibre.
Atentamente,
Lucía y Mari Cruz. Profesoras de Educación Secundaria y Bachillerato del Colegio Solynieve.
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